El zócalo en azulejos que reviste la galería del jardín privado del Palacio
del Obispo de Málaga, es la única muestra de contrastada antigüedad, ya que se
atribuye a mediados del s. XVIII. Es
significativo cómo en un espacio marcadamente religioso se optó por un discurso
costumbrista, basado en la recreación de personajes de distintas clases
sociales. Los
autores, ya que se suponen varios maestros para semejante proyecto, apuntan
claras connotaciones al estilo del azulejo de Osuna, dando rienda suelta a su
imaginación. Se proponen seres mitológicos, como unicornios o dragones, frente
a simbólicas serpientes o familiares liebres. En distintas partes se reflejan
representaciones de tauromaquia, de
militares, de escuderos, de damas o de máscaras, todo ello acompañado por la
música de instrumentos de cuerda, viento o percusión.
La alusión zoológica tiene su máxima
expresión en la fuente del patio, toda ella colmada de peces polícromos,
retorcidos y ensartados a modo de red. La sede episcopal malacitana cobija una
obra maestra cerámica, con coloridos casi imposibles de reproducir con las
técnicas actuales y con perspectivas casi únicas, e incluso a veces ingenuas. Se desconoce si esta original
propuesta fue imitada por otros edificios de la época o si sus artífices se
establecieron en la ciudad, ya que no perduran más muestras de este peculiar
aire cerámico levantino, un auténtico oasis
en la azulejería figurativa local.
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