Por otro lado, la solución decorativa del amplio
paramento sur de la basílica, se basó en cinco murales a modo de ventanales con
un tamaño de 1,65 x 3,30 m de forma rectangular, con el remate de un medio
punto. A ellos se les une una sexta pieza en la pared opuesta, que culmina un
relato de seis escenas de la vida de María. El ceramista Julio Hernández
afronta semejante reto en su taller de Casabermeja entre 1990 y 1991, aportando
con su obra el mayor conjunto cerámico devocional existente en la ciudad de
Málaga, en la esperanza de que no se verá afectado por las futuras obras de
remodelación del edificio.
La gestación de este trabajo vino acompañada de
cierta polémica, ya que los arquitectos de la basílica, Rodriguez Grajales y
Martín Malavé, se oponían a los falsos vanos que no estaban contemplados
inicialmente, y asimismo algunos directivos pretendían un horno de mayor
prestigio y entidad. El resultado fue duramente criticado, especialmente por el
académico Luis Bono, que sin ambages lo calificó de pueblerino y más propio de una ermita. Sin embargo, y dentro del
contexto de su momento, se puede afirmar el acierto de la terna de pintores que
han trabajado para los grandes espacios de la fraternidad, como son Eugenio
Chicano para el salón de tronos, Andrés García para la basílica y Julio
Hernández para su exterior, y la desafortunada descalificación del académico
sólo sería aplicable para ubicar el taller del ceramista en el empinado pueblo
de Casabermeja.
A modo de viñetas vidriadas el viandante o el
conductor asisten a los Misterios de la
Anunciación, la Visitación, la Natividad, las Bodas de Caná, la Coronación o el
Calvario. Hernández, actualmente afincado en Argentina, difiere de la línea de
la azulejería de Triana, y apuesta por un estilo más propio de los maestros
valencianos, de donde es originario. Amplias pinceladas y juego de claroscuros
matizan las tonalidades, como si del lienzo de un museo se tratase, todo ello
en base a un cuidado estudio de la composición, el estudio piscológico de los
personajes y las perspectivas con sus puntos de fuga. Se establece una continua
dualidad cielo-tierra que se refuerza en el tratamiento de los ensolados, que
contrastan con el barroquismo de las nubes pobladas de coros angelicales,
siempre con el rostro de la Virgen de la Esperanza adaptado a cada una de las
escenas.
Los
retablos de la Anunciación y la Visitación presentan bastantes similitudes, con
personajes que parecen perdidos y un desigual resultado. A partir de la escena
navideña el resultado mejora sobremanera, y el autor comienza a padecer de horror vacui, que desemboca
en una estampa coral en las nupcias de Caná, llena de profundidad, matices,
dialogos, mobiliario o utensilios, que sin duda la convierten en el mural más
completo y arriesgado del grupo. Con los actores de la Coronación se eleva la
mirada y ésta se mantiene en el fotograma casi cinematográfico del Calvario
El
artista apuesta para cada mural por una peana explicativa con citas
evangélicas, en base a rocalla dorada y plateada sobre fondo verde, que rodea
una caligrafía contundente sobre azulejo liso. Así, mientras se camina se puede
ir rezando con Lc.28 Salve llena de
Gracia, El Señor es Contigo; Lc.14.2 Bendita
Tú entre todas las mujeres; Lc. 27 Y
le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre; Jn 2,4 Su Madre le dijo a Jesús. No tienen vino;
Cor 15,54 ¿Dónde está, muerte, tu
victoria?; y Jn 19,27 He ahí a Tu Madre.
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