La hermandad de la
Sagrada Cena Sacramental cuenta desde 1992 con un trabajo vidriado del
desaparecido publicista y artista melillense afincado en Málaga, Juan Carlos
Cubo Amaya. La añorada capilla de la
Explanada de la Estación estaba escoltada por sendos mosaicos de sus titulares,
que actualmente se hallan en la terraza de la nueva sede de la calle Compañía, ya que pudieron rescatarse gracias a
la base metálica de los murales.
Cubo fue un artista
enigmático e innovador, que supuso un soplo de aire fresco para los gustos estéticos cofrades. Trabajó con maestría la técnica de la cuerda seca,
que consiste en delimitar los colores del azulejo por medio de una línea de
grasa rica en manganeso, que crea compartimentos estancos que facilitan el
dibujo. A simple vista, un mosaico a cuerda seca se distingue de otro pintado
sobre azulejo plano en el hecho de presentar distintos grosores, creándose así
una mayor profundidad y en ciertas ocasiones casi asemejándose a una pieza
tridimensional.
Por desgracia la
producción devocional de Cubo fue muy escasa, y no tuvo un claro continuador en su estilo, destacando
más en el apartado pictórico, de ahí la importancia del trabajo para la
cofradía de la Cena, un mural de 0,90 x 1,20 m, con una gruesa cordada a modo
de cenefa que recoge al icono cristífero sobre fondo ocre. La imagen
ofrece gran dinamismo por la extensión de los brazos, lo que genera una
paleta de rojos y rosáceos en los
pliegues del manteo. El cáliz parece levitar en la mano izquierda, mientras que
la derecha, algo forzada, resalta en el dialogo de blancos y grises.
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