Culmina este intenso Domingo de Ramos con el sentir
capuchinero de María Santísima del Gran Perdón, de la cofradía del
Prendimiento. Desde 1998 el lateral izquierdo de la casa hermandad sita en
calle San Millán, viene decorado con sendos mosaicos de sus titulares, siendo
una formidable obra del ceramista sevillano Patricio Zabala, de los hornos de
Santa Ana. Estilo, colores y composición de inconfundibles aires trianeros,
bajo el diseño de Eloy Téllez, en una pieza de 1,05 x 1,35 m, que repite el
formato de la del Señor pero variando el fondo por azul inmaculado, así como la
vestimenta de los forzados nazarenos que parecen haber salido de los pinceles
de algún ayudante del taller. Para
lograr la perfecta armonía entre ambas piezas, el paisaje pictórico se ubica a
la izquierda de la Virgen. Se trata de la fachada de la parroquia de la Divina
Pastora y Santa Teresa, sede canónica de la corporación. Una lejana disposición del edificio incide en el
primer plano de la Madre, que aparece en un gesto de diálogo y movimiento, con
un especial protagonismo de las manos que acunan el pañuelo y el rosario, que
parece perderse en el infinito.
El resultado casi fotografíco de Zabala es sublime,
y toda la estampa es un cúmulo de detalles, que sin embargo no eclipsan el protagonismo
de un rostro ensimismado y apenado. Las artes suntuarias quedan explicitadas a
la perfección, con un notable discurso de la corona, que incluso apunta la
dificultad de su sujeción y su peso sobre la testa, a lo que se le une el
milimétrico enmallado de la toca o los matices del blanco del rostrillo o el
pañuelo. Además, el maestro desarrolla
la transparencia del cristal de las cuentas del rosario que terminan en un
maridaje con la guardilla geométrica.
El reflejo del retablo cerámico de la Divina
Pastora, que se aprecia en la fachada de la iglesia, se propone como un juego
de espejos. Es curioso como el edificio ha quedado con el aspecto previo a la
restauración a la que fue sometida hace pocos años. También es reseñable el virtuosismo del
tratamiento del cielo, que no acude a fáciles recursos sino que apunta la
esperanza de los destellos solares que comienzan a asomar tras la
tormenta. El tejaroz que cobija a la Señora
se basa en un cielo cubierto con el anagrama del Ave María, detalle junto al
cuidado del paramento que acoge a los murales, que demuestra el cuidado de la fraternidad
capuchinera con estas dos obras de arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario