La
cofradía de las Penas cambió recientemente de sede canónica tras más de cuatro
décadas de estancia en la iglesia de San Julián, trasladándose a un flamante
oratorio en el entorno de Pozos Dulces.
Fueron años de vivencias en el
antiguo hospital, emblemático espacio al que con posterioridad se incorporó la
Agrupación de Cofradías, convirtiéndolo en casa su oficial y museo. Por ello, la fraternidad quiso dejar
constancia de su presencia con un mosaico en el que apareciesen el Crucificado
de la Agonía y la Virgen del manto de flores, representando un inédito Stabat Mater. A esa iniciativa se sumó
la Agrupación, que fue la que finalmente sufragó la hechura de la obra.
El
párroco de los Mártires, Federico Cortés, bendijo este azulejo el sábado 26 de octubre
de 2008, en presencia de muchos hermanos mayores y cofrades en general, en un
acto amenizado por la Banda Municipal de
Málaga. El retablo es de los de mayor dimensión de la ciudad ya que alcanza los
3,30 x 1,65 m, y viene montado en una estructura metálica, que con el tiempo y
el peso han abombado ligeramente algunas placas, circunstancia apreciable al
ubicarnos en la base del mural. Los bastidores son poco recomendables en
trabajos de gran formato, ya que los cambios de temperatura y las dilataciones
del metal aceleran la fijación al mismo. Además, en este caso la práctica es
innecesaria al coincidir la propiedad del edificio y la del vidriado. La
iluminación proviene de dos cirios simulados con luz eléctrica sobre una
fachada que necesita una restauración.
La
autoría se debe al taller de Ruiz Gil, en Sevilla, firma que aparece en un
elegante pergamino sito en la parte inferior junto a los escudos de la
Agrupación y de la Cofradía, siendo la primera obra de dicho taller para
Málaga. La novedad de este alfar vino
avalada por la calidad del zócalo realizado para una capilla de la hermandad de
San Benito en Sevilla. Asimismo este horno ha ejecutado la decoración de las tabicas de la escalera de acceso de la
Sala Capitular de San Julián.
Destaca
la oposición entre los primeros planos de las tallas, con un minucioso trabajo
pictórico en la definición de los rostros o el paño de pureza del Cristo, frente
al paisaje y el fondo celestial. El nublado se va tornando en un atardecer
anaranjado y rojizo, que más abajo vira hacia ocres y verdes terrestres. La orla, sobre base verde, repite un modelo
poco habitual, de gran similitud con la del Cristo de San Pedro de Sanlúcar la
Mayor (Sevilla), centrándose en una sola hilera de azulejos. Este lienzo
vidriado se presenta como una composición
sumamente vertical, donde los pies del Señor reposan sobre la presea mariana e
incluso se atisban entre la filigrana del canasto. En la parte inferior aparece
una leyenda alusiva en un cuidado texto sobre fondo blanco.
Estamos ante una novedosa aportación a la
retablística cerámica local, tanto por su ubicación estratégica, gran formato,
contenido histórico, así como calidad de ejecución con el tratamiento de la
pintura al agua por parte de este maestro, experto en los reflejos metálicos de
los azulejos.
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