Acaba
de manera provisional este peregrinar cerámico con la Virgen de la Esperanza,
con el mosaico más internacional de esta Madre perchelera. El responsable de esta historia es el
archicofrade Tadeo Furest, precursor de
la iniciativa de encargar un mural con la intención de ubicarlo en Tierra
Santa. Tras distintas vicisitudes y cinco años de espera, pudo hacer realidad su
sueño de rezar a la Reina del Perchel en
la fachada de la iglesia del Patriarcado Católico Armenio, justo en la Estación IV del viacrucis de la Vía Dolorosa
de Jerusalén. La idea inicial era ubicar el cuadro en las ciudades de Nazaret o
Belén, aunque surgieron distintos problemas logísticos. Finalmente, un chófer
armenio sugirió la idea del lugar definitivo, aunque coincidió con unas obras
de remodelación del edificio, circunstancia que retrasó el proyecto.
El
mosaico encaja perfectamente en el paramento de la seo y hasta el tronco de un
árbol parece retorcerse para no ocultar su visión. Se trata de un trabajo de
1,35 x 1,95 m de los hornos hispalenses de Santa Ana, firmado una vez más por
Zabala. En la paleta de colores compiten
los verdes y los dorados que se ven acompañados del rojo del fondo adamascado y
del azul de la cenefa. Esencia de pigmentos de Triana que se combinan para una
correcta definición de la Señora, con el rostro enmarcado en un azulejo central
desde el que se desborda una cascada de hilo bordado en oro. La corona habla de
la Realeza de María y viene detallada minuciosamente, creándose un diálogo con
la rocalla de la cenefa de gran variedad en el diseño, con ángeles, dragones,
ánforas y motivos vegetales. Mención aparte merecen las alusiones heráldicas
con los emblemas de España, la Corporación y la Basílica, y asimismo en la
parte inferior ondean la bandera española sin el escudo constitucional y la de
Málaga.
El
mural produce un gran impacto en el peregrino, ya que la Señora surge en una
parada en la que se reflexiona sobre el Encuentro con la Virgen, en el texto
que reza: Haz, Señor, que me encuentre al
lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su
cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi
existencia. ¡Ayúdame Madre! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. Tal vez el único aspecto mejorable de esta
magistral pieza, tanto por su valor artístico pero sobre todo por su
estratégica ubicación, sea la mínima alusión escrita a la advocación, que queda
empequeñecida y desplazada en la orla inferior. Esto se debe a la errónea
colocación de parte de la última fila de azulejos, ya que los albañiles
decidieron desplazar el rótulo hacia su izquierda, intentando evitar el tronco
para así facilitar una mejor lectura.
En una posterior restauración la pieza con el título ha sido cuadrada en su posición correcta.
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