Otras piezas cerámicas de notable interés están algo camufladas en la terraza de la sede esperancista. Se trata de una pareja de mosaicos de origen domésticos, labrados a finales de los años cuarenta. Las obras vienen avaladas por Cerámicas Santa Ana y su prestigioso pintor Antonio Kiernam Flores, todo un referente en la industria azulejera hispalense de mediados del siglo pasado, con una impresionante nómina de obras. Estos murales del Paso y la Esperanza provienen de la donación del matrimonio de Antonio Gaspar y Manuela Soria, debido al derrumbe repentino en 1964 de una casa de su propiedad denominada “Villa Pedrito”. Los murales estuvieron hasta 1991 en la antigua sede corporativa, para su posterior traslado a la nueva casa hermandad donde también han tenido dos ubicaciones. Tanto desmontaje ha generado la rotura de algunos azulejos, aunque el rostro y manos del Nazareno permanecen intactos. El retablo de 60 x 90 cm es una clase magistral, que nos muestra la efigie gubiada por el maestro Benlliure carente de potencias o de corona de espinas, ataviado con túnica morada lisa y cruz desnuda, en total contraste con el recargado panel que mira al Puente de los Alemanes, citado previamente. El rostro destaca por su suave pátina, la nariz aguileña, el rojo de los labios y el brillo del cabello, mostrando sólo la mano diestra sobre la tosca madera. El fondo oscuro nos proporciona una infinita profundidad, donde se difumina el marrón de la cruz y resalta la firma de los pinceles.
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