DEL LIBRO "JESÚS DE NAZARET EN LOS RETABLOS CERÁMICOS DE MÁLAGA".
El
bordador y promotor cofrade local, Juan Manuel Sánchez Quiñones es protagonista directo de una
segunda pieza cerámica, en esta ocasión centrada por el legendario Cristo de
Mena, desaparecido en la quema de Santo Domingo. Las obras de reforma en unos
columbarios de la iglesia del Santo Cristo acabaron por arrojar un pequeño
cuadro cerámico del añorado Crucificado en una cuba de escombros en calle Especería. Estos azulejos custodiaban los restos del
insigne escultor Pedro de Mena, que desde este templo se habían trasladado a la
Abadía del Císter. Quiñones descubrió por casualidad las placas, suponemos
descartadas por error por algún operario, y saltó
a la cuba rescatando un puzzle de azulejos de difícil recomposición pero que
denotaban gran calidad, pudiéndose afirmar que es uno de los murales cofrades
más antiguos, con el valor añadido de recordar a una imagen desaparecida, de
manera similar a como ocurre con el Moreno
en el Perchel.
La
historia adquirió tintes surrealistas ya que el bordador intentó vender o
incluso donar la cotizada pieza, o mejor dicho piezas, a algunas entidades religiosas o civiles, con
la única condición de que fuese financiada su restauración. Sin embargo, la mala
fortuna quiso que todo quedara en buenas intenciones y mejores palabras pero sin ninguna concreción, a lo que se le
añadió algún malentendido. Por ello,
tras más de dos años de promesas
incumplidas, el bordador decidió regalar el puzzle del mosaico a unos amigos con
motivo de sus nupcias, perdiéndose la oportunidad de que este histórico mural
hubiese podido formar parte de los fondos patrimoniales de algún museo local o
de la propia Congregación de Mena.
Este
retablo denota sencillez y maestría, representando una exaltación de la realeza
de Jesús muerto en la cruz, en una
combinación exquisita de cuerda seca y azulejo plano pintado de 45 cm de lado.
Resalta un perfecto enmarque de la cabeza, que cuelga entre los hombros, así
como el atisbo de la extremidad superior que se adivina junto al madero. La doble cenefa con columnas
corintias nos retrotrae a los años veinte, con un Dios hecho cenizas en 1931 e
intentado convertir en añicos a primeros del s. XXI.
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