Termina
el periplo por el Pretorio cerámico con el retablo sito en la confluencia de las
calles Granada y San Agustín. Se trata de un mural no exento de cierta polémica,
por la falta de sensibilidad artística de algunos responsables políticos que han llegado a cuestionar la legalidad de
la colocación de este cuadro religioso.
Este
retablo cerámico, obra de Pablo Romero, pieza rectangular de 0,90 x 1,20 m fue
sufragado por la familia Montesinos, devota del Señor de Santiago y propietaria del edificio que incluye un
negocio de restauración en el bajo comercial. La inauguración del mosaico se
hizo coincidir con la remodelación integral del inmueble, a cuya fachada se consiguió
dotar de los colores albero y bermejo, en una combinación elegante y original,
tras diversas gestiones burocráticas que parecieron cebarse de manera especial con
esta obra.
La
cortinilla que tapaba los azulejos fue descorrida el sábado 6 de febrero de
2010, coincidiendo con la presentación del cartel Rey de Reyes de la Asociación Cultural Mi Propio Sentir. Dicho acto
incluía un concierto con pasacalles previo de la Agrupación Musical Virgen de
los Reyes de Sevilla, el cual transcurrió por delante del mosaico minutos antes
de su bendición. Así, se generó una gran bulla
semanasantera, por lo que se puede afirmar que éste ha sido uno de los
retablo cerámico con una bendición más multitudinaria, y además, es una de las
piezas más fotografiadas por los turistas, al estar inmerso en plena ruta
picassiana entre el Museo y la Casa Natal.
El
Señor aparece escorado hacia su derecha, mostrándonos su torso desnudo desde el
vértice de la abertura de la antigua túnica que le bordaran las Madres
Filipenses. El mural viene rematado por el escudo de Santiago, incluyendo en la
parte inferior una leyenda con la advocación del Cristo, hecho que le
proporciona una mayor profundidad al simular acertadamente una pequeña repisa. En
la paleta de colores compiten los dorados, los rojos y el fondo celestial de
intenso azulado, mientras que la corona de espinas provoca que unos regueros
sanguíneos bajen por el torso moreno del Señor, cuyo rostro está enmarcado a la
perfección en un solo azulejo gracias al estudio de la red modular. Este
mosaico suple en parte el vacío dejado por el recordado retablo de la Virgen de
las Penas, destruido lamentablemente en las obras de restauración del edificio.
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