La antigua casa
hermandad del Rocío en calle Amargura, se
une a la nómina cerámica con sendos trabajos esmaltados de los cotitulares de
la fraternidad firmados en 1987 por el
pintor hispalense Juan Rodríguez Valdés
y Paredes. Se trata de piezas poco reconocidas por hallarse a considerable altura, pero que en
parte alivian el ahogo que padece la
fachada. Como curiosidad, destacar que la Virgen está retratada a
partir de una fotografía invertida, donde la efigie parece salirse del fondo
negro de los azulejos.
El
pintor obvia la minuciosidad y opta por una doble diagonal de los brazos, que
acercan la escena e invitan a levantar la mirada hacia el rostro sonriente de
la Madre, que parece conversar con el viandante. Se trata de un acertado
escorzo que genera pliegues y sombras matizadas por las distintas texturas del tejido, las cuentas del
rosario o el cordonaje. El enmarque de la guardilla metálica y el difuminado negro
culminan un conjunto de original perspectiva, ya que el icono no centra la red
nodular de losetas. Los encajes de la mantilla y el tratamiento del cabello
certifican la presencia de un maestro del retrato, que en esta ocasión se asoma
a la azulejería de forma excepcional.
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