DEL LIBRO "MARIA EN LOS RETABLOS CERÁMICOS DE MÁLAGA"
Los barrios del entorno
de la parroquia ofrecían a estos ilusionados cofrades y amantes de la cerámica,
un sinfín de paredes vírgenes cuyos
lienzos invitaban a ser decorados con azulejería artística. Así, el primer paramento
fue el de la fachada del antiguo instituto Santa Rosa de Lima, un amplio muro
sito en la calle Manuel Altolaguirre, vía principal del barrio de las Delicias
por donde transcurre el Rosario de la Aurora cada festividad del 12 de octubre.
En este primer retablo la Virgen Mediadora se
muestra según la usanza hebrea, vestimenta que luce la imagen durante la
Cuaresma, tratándose de un tema original y poco común en la iconografía de los
murales cerámicos, con magníficas excepciones como el azulejo de Madre de Dios
de la Palma que el ceramista Antonio Kiernam labró en 1960 para la parroquia de
San Pedro de Sevilla. No obstante, el mural de Mediadora mejora la
composición del anterior, salvando las lógicas distancias, ya que aporta referencias
urbanas, como la sede canónica de la efigie, o el cercano Parque del Oeste, por
donde transcurre la procesión en la noche del Viernes de Dolores.
La inexperiencia de
este primer encargo se comprueba en tres detalles significativos: En primer
lugar, la alusión al mecenazgo queda minimizada en el margen inferior derecho,
circunstancia no prevista en principio con la empresa, pero que pasó
desapercibido para la promotora Construcciones Sando, que donaba la obra con
motivo de su XXV Aniversario. Un segundo
hecho que provocó bastantes complicaciones fue que el alfar no entregara
cortados los azulejos curvos que cobijan la heráldica y la advocación
mariana, por lo que por miedo a una
posible rotura se optó por colocarlos en su integridad, incluida la línea del
corte, más aún con la dificultad de adaptar una guardilla semicircular.
Es de
justicia recordar el minucioso trabajo de albañilería para la colocación del
mural por parte de Salvador De los Reyes Mata, así como la colaboración de
Sergio Aranda. Y en tercer lugar, hay que mencionar que ha sido la única pieza vidriada
de la corporación que ha sido adosada directamente a la pared y no a través de
un bastidor metálico, como ha sucedido en posteriores obras.
No obstante, se trata
de un trabajo de gran calidad, colmado de personalidad e intimismo, ya que la
imagen no procesiona ataviada de hebrea. La Mediadora parece caminar hacia el
devoto, portando en su mano derecha una jábega, típica embarcación malacitana
de origen pesquero y actualmente de uso deportivo. La nao dibujada es la que el
cofrade Pedro Jerez labró en madera para la bendición de diciembre de 1997. Así, el vidriado sorprende en una zona ajena
a estas representaciones artísticas, centrado por una imagen moderna, a las
puertas de por entonces un concurrido instituto de secundaria que se suponía
iba a surtir las filas de nazarenos y llenar los varales del futuro trono.
A la magistral
definición del rostro hay que sumarle el buen arreglo de la vestimenta, con las
líneas diagonales que enmarcan la faz, así como la sensación de levedad y
delicadeza que contrasta con las punzantes espinas de la corona que porta la imagen, elemento
propio de esta iconografía, que al igual que el pulgar dejan su sombra en un
pecherín inmaculado. El viento parece mecer el pañuelo o la vuelta del manto,
tan típico de estas estampas, detalle
que ideó su diseñador para aparentar que la efigie salía de la cenefa que la
enmarcaba, aumentando el verismo de lo representado. Además, el maestro Zabala
potencia la idea en la sombra que provoca el desborde del tejido en la
decoración.
La elección de las
fotografías paisajísticas no fue la más acertada ya que contrastan en las
perspectivas. Así, la parroquia se ve agrandada en proporción a la inmensa
chimenea de la antigua fábrica de plomo de los Guindos, típica muestra de
arqueología industrial malacitana. Por
ello, la cima de la chimenea debería haber llegado hasta la parte alta del
azulejo que la contiene. La foto se basa en una instantánea familiar con el
fondo de unos patos del Parque del Oeste, con su típica agua sospechosamente verdosa, por lo que se
puede afirmar que tras el manto de la Virgen se encuentran las niñas Ana María
Leiva y Clara Medina, durante un paseo familiar por el parque. En la chimenea
se puede leer la palabra MONICA, grafiti
suicida que pintó un enamorado en la década de los años noventa del siglo
pasado y que fue borrado en la última restauración integral que se realizó a
este monumento tan representativo del perfil de la línea de costa. La
decoración de este retablo se basa en una decoración vegetal con carácter
asimétrico.
Las hojas
aparecen plateadas sobre un fondo que imita el color del manto de hebrea de la
imagen. Asimismo, se alternan una serie de tondos, recordando la perfección de
la Virgen como espejo de virtud. Santiago
Correa, párroco de la iglesia del Ave María, bendijo este mosaico en la mañana
del penúltimo domingo del año 1999. No se quiso esperar a la siguiente Cuaresma
porque la corporación así lo había grabado en la tarjeta inferior del lienzo, quizá la parte más mejorable de
la pieza, siendo intención que en pocos
días el mosaico fuese una obra del siglo anterior.
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