DEL LIBRO "MARÍA EN LOS RETABLOS CERÁMICOS DE MÁLAGA".
Para
la fachada del oratorio la corporación apuesta por el alfar de Pablo Romero. El
propio pintor certifica la dificultad de ejecución de un retablo aparentemente
sencillo, que carece de apuntes bordados. Así, la Madre se presenta a la usanza
hebrea, ya que fue en la Cuaresma de 2009 cuando se bendijo el cuadro vidriado
y nominó a un recoleto entorno recuperado del ostracismo. La originalidad de la
vestimenta mariana condiciona el protagonismo de azules, rojos y blancos, hecho
que se certifica en la cenefa decorativa. Se cumple el canon de enmarcado del rostro de
una Virgen de dolor sereno, coronada con la sencillez de un halo de estrellas.
La textura y movimiento de los tejidos es espectacular y así la sensación de
tirantez del tocado de tablas o el ejercicio geométrico del pecherín compiten
con la caída natural del terciopelo de las mangas o el recogido de la vuelta
del manto, como de si un sudario se tratase. Merece destacar el trabajo de la
cinturilla, los broches o el rosario, así como la originalidad de la flor que
luce en la mano de la Virgen, casi eclipsada por el blanco del pecho, en vez de
la usual corona de espinas ya que la corporación suele ataviar de hebrea a su
titular durante la Navidad.
El rótulo con el título de la
plaza rompe la rectangularidad del conjunto, un trabajo de 1,05 x 1,40 m, que
insiste en el aire andaluz de una edificación que combina en su fachada la mampostería con la cerrajería en base a tonos ocres y bermejos. La pieza se ubica a considerable altura y por
ahora carece de faroles o tejaroz.
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