Un trabajo similar es el firmado por C.
Flores para la entrada del bar el Pedroso, en la parte alta de la plaza de la Victoria. El mural del Jardín de los Monos es
encantador en su simpleza. La cuerda seca a tres colores es la técnica base que
nos da pistas sobre una alumna avanzada en esta materia, tal como revela el
sinuoso laberinto de pliegues grises del terno, el acertado trabajo de las palmas de las manos
o la definición del semblante. La técnica de cuerda seca es una de las más antiguas
que se utilizan en la elaboración de azulejos, y consiste en transcribir el
dibujo a la baldosa, perfilar todos los contornos con una grasa especial,
y rellenar cada zona de color con esmalte de vidrio en polvo diluido. Se
diferencia rápidamente del azulejo plano pintado ya que se aprecia como las
diferentes partes del dibujo quedan en relieve, con una especie de cordón fino
entre un color y otro a modo de incisión.
Este mural
presenta un tamaño estándar de 45 x 60 cm y viene rodeado de una airosa cadeneta
con motivos vegetales. El enmarcado de la cabeza ratifica el oficio de la
autora, así como la geometría del aro, que proporciona el justo espacio para
incluir la leyenda Rocío ¡Guapa!,
tantas veces coreada en esta plaza y que consigue que el retablo se asemeje a
un cartel procesional. En su parte
inferior la pieza dirige una plegaria a la Virgen y solicita su bendición. La
firma de 1995 se aprecia en el margen izquierdo y se une a otros detalles como
la pequeña cruz del rosario o el grosor del cordonaje.
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