En la estancia del
comedor, y sobre un grupo de platos, preside un gran mural de forma rectangular
para un tamaño de 1,05 x 1,50 m, con la representación de la Sagrada Cena de la
firma del sevillano Alfonso Chaves, al igual que otro mosaico de una estancia
contigua. El primero de ellos se basa, al
igual que en la capilla de las Cofradías Fusionadas, en el soberbio cuadro eucarístico original de
Juan de Juanes, aunque esta vez con la participación
de todos los personajes. El taller hispalense de Ramos Rejano se especializó en
la recreación de obras maestras desde el lienzo al azulejo, y en el caso que
nos ocupa se comprueba cómo la copia evoluciona en una paleta impactante, genuina
de este horno, con una gama de colores que es toda una sinfonía cromática, rota
por el blanco de la hostia y del impoluto mantel.
El pintor rodea la estampa con una greca
recargada a modo de cenefa e ilumina la composición con un cortinaje verdoso
algo pesado. La similitud entre el modelo
y la copia logra cotas de perfección en los utensilios situados sobre la mesa,
como el cáliz, los cuchillos, el pan y el decantador de vino, así como con la
jarra y la palangana alusivas al Lavatorio.
El movimiento del Colegio Apostólico es simplemente espectacular, mostrándose
como un catálogo de las distintas reacciones humanas ante la presencia de la Sagrada
Forma, y así vemos rostros de éxtasis, asombro, sorpresa, alegría, diálogo y,
finalmente, el rechazo de Judas que con un forzado escorzo, oculta una bolsa
abultada con el pago de la traición.
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