El intento infructuoso de ubicar el mosaico en el Parque, sirvió de
impulso para convencer al director del recinto en la idea de que el Patronato financiase
un mural de menor formato, en concreto de 60 x 75 cm, en el contexto de decoración
artística que recorre esta zona de esparcimiento. De nuevo el diseñador De los Reyes se
encontraba ante el reto de aportar un trabajo novedoso, y ya era el
cuarto, en esta ocasión más intimista,
en base a una fotografía del cartel del Viernes de Dolores de 1999 del
restaurador artístico Enrique Salvo. Ahora se optaba por una visión lateral del
rostro de la Virgen, que parecía asomarse a una ventana enrejada y colmada de
flores.
En el mural predomina el tono marrón,
como los muros de ladrillo del Parque, y se enmarca
en una cenefa de carácter arquitectónico a modo de templete que acoge a la
Virgen ataviada simplemente con una mantilla blanca. Tres manojos de flores se
entremezclan entre los azulejos, como continuación de las que adornan la pared
que la cobija. Un niño, como un ángel sin alas, en alusión a los muchos que
juegan y corretean por el recinto, señala la leyenda Flor de las Flores. Como en los demás casos, la obra proviene de los pinceles de
Zabala en 2002, en esta ocasión con la firma en el margen inferior izquierdo.
En un principio el retablo se colocó en un rincón andaluz de la parte norte del Parque, junto a las pistas
deportivas, en un decorado de un
pozo, un muro con yedra, un extraño equino metálico y un banco artístico. El mismo fue bendecido por el director espiritual de la
hermandad, el ya mencionado Santiago Correa, ante la presencia del alcalde, Francisco
de la Torre. Tras la colocación e inauguración del mosaico, a la que acudió el rector
municipal, se le adosó un enrejado de forja, que incidía aún más en la idea del
ventanal que pretende el vidriado. Sin
embargo, meses después hubo que cambiar la pieza de lugar ya que el espacio comenzó
a colmarse de velas, flores y exvotos, lo que supuestamente
propiciaba suciedad, hecho que demuestra
que un mosaico puede convertirse en un importante icono devocional, más aún si
se posiciona en una zona moderna con escasos referentes religiosos. Así,
hubo que buscar una segunda ubicación en un alto muro en mampostería que mira a
la puerta noreste del Parque. En la actualidad, y por motivos no del todo claros, el retablo parece
que sólo se coloca el Viernes de Dolores para el paso de la procesión. Se trata
de una circunstancia peculiar que asocia a esta obra con la provisionalidad de
un repostero.
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