Finalizamos
nuestro caminar de la mano de Jesús de Nazaret en la cerámica malacitana,
visitando el templo de los Jesuitas, en la céntrica plaza de San Ignacio. A la
izquierda del dechado neogótico de la fachada, se ubica un acceso que conduce a
las dependencias internas de la residencia de sacerdotes En el primer patio, un
espacio acogedor donde se combinan un conjunto de columnas, diversas macetas,
algo de mobiliario y faroles clásicos, preside un imponente mural del Sagrado
Corazón de Jesús, datado en la década de los cincuenta del siglo pasado y
firmado por el maestro Antonio Kiernan Flores, de Cerámicas Santa Ana. Esta monumental pieza, de 1,80 x 3,00 m
aproximadamente, se enmarca dentro de la nómina de imponentes murales que
encargaron los padres jesuitas, a partir de una idea original que fue
mejorándose de manera progresiva.
Así, los antecedentes del mosaico malacitano
los podemos encontrar en el retablo antequerano facturado por José Baena, sito
en la parroquia de San Sebastián; o en
sus homólogos onubense o sevillano del taller de Montalbán, en las calles
Presbítero Pablo Rodríguez; o Jesús del Gran Poder, respectivamente, todos
ellos facturados en los años veinte de la anterior centuria. El maestro Kiernan
recrea estos modelos en posguerra para las sedes granadina y malagueña, en dos trabajos de gran presupuesto y
bastantes similitudes, pero con diferentes ubicaciones, ya que aquél se sitúa en plena
Gran Vía granadina, mientras que para visitar la pieza malagueña hay que
adentrarse en el edificio anexo al templo, de ahí que sea poco conocido.
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