No
se comprende cómo María Santísima de la
Paloma disfruta de tanta popularidad, especialmente entronizada por las
calles de la ciudad cada Miércoles Santo, y sin embargo su reflejo en retablos
cerámicos es tan escasa. La Virgen de los
ojos verdes es una sinfonía de emociones cuando transita por el casco
antiguo de la ciudad, realizando maniobras inverosímiles con su monumental
trono, siendo todo un derroche de barroquismo, hecho que contrasta con las tres
únicas piezas vidriadas con su egregia figura. Además la propia advocación de
esta efigie supera los límites locales, y al igual que los Cristos del
Prendimiento o de la Buena Muerte, merecería un recuerdo esmaltado en la Villa y Corte, más aún cuando una
representación madrileña participa todos los años en su desfile procesional.
Sendos
murales del Señor de la Puente y la Virgen de la Paloma decoran el lateral de
la casa hermandad, en el encantador rincón de la plaza de San Francisco. Se
trata de un trabajo de 1995 del taller de Ruiz de Luna. Ambas piezas comparten diseño y tamaño, 1,05
x 1,65 m, y encajan a la perfección con la arquitectura del edificio, al estar incrustados
en un marco beige de obra que realza el colorido de las losetas.
El mural de la
Virgen es una de las mejores obras locales de Amparo y Carlos Ruiz de Luna, y
pervive a los ataques bárbaros de pintadas, grafitis, pegatinas y algún que
otro impacto, al estar ubicados en una zona cuyos vecinos llevan padeciendo
durante décadas la movida nocturna.
Así, las pintadas en los inmensos portones de la corporación o en sus
alrededores darían contenido casi para una tesis doctoral de algún psicólogo,
de ahí que estos azulejos sobredimensionen su sentido catequético, más aún ante
ciertas actitudes blasfemas.
El
taller de Bodegueros interpreta una Virgen
niña, sonriente y de grandes ojos, como fue concebida por el maestro
Duarte, y desarrolla toda su creatividad para apostar por la línea de
innovación y originalidad a que acostumbra, siempre en base a la esencia de los
matices talaveranos, que son un respiro ante el predominio del sello Triana. El
rostro de la Madre, enmarcado en un azulejo, sirve de base para una sinfonía de
pinceladas irregulares. Además, el trío de palomas de la toca y la mano de la
imagen aporta viveza a un mosaico, que al igual que el antiguo de la hermandad
del Rescate, dota a las piezas de un notable protagonismo de la rotulación de
las advocaciones.
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