A pocos pasos de allí, la
entrañable Pastelería Aparicio cuenta en su interior con un retablo de la
Virgen, que según sus propietarios, fue adquirido a un anticuario en el
mercadillo de Martiricos allá por los años setenta del siglo pasado, fruto
seguramente de la demolición de alguna vivienda. Los trazos asemejan el estilo de los
vidriados de Osuna, no pudiéndose atestiguar si se trata de una pieza antigua o
de una reproducción posterior.
El azulejo viene firmado por Juan de la Rosa,
con la fecha de 1785 y está enmarcado en bastidor metálico. Pese a su excesiva
sencillez, la ausencia del Niño y a los mínimos apuntes paisajísticos, se trata
de una pieza sin parangón. Hay que agradecer a este establecimiento cómo cuida
las tradiciones locales en todos sus detalles. Un soplo de aire fresco frente a
la globalización de las franquicias.
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