El Colegio de Nuestra Señora de la Victoria, conocido popularmente como Maristas, sito en calle Victoria 108, cuenta en su recibidor con un gran panel cerámico, realizado en cuerda seca por el cordobés Egea Azcona en 1991. El mural cuenta con una veintena de personajes, que se disponen en torno a la figura central de la Virgen, junto a la que se observan las heráldicas de la ciudad de Málaga y de la propia escuela. Esta última presenta una serie de elementos iconográficos relacionados con la urbe y la Congregación de los Hermanos Maristas, como la antorcha, alusiva de la Luz y Verdad cristianas, al estudio, conocimiento y esfuerzo del estudiante, que se compara con un atleta.
La escena está enmarcada en sus lados cortos, por decoración vegetal similar a la de candelieri, mientras que en la parte inferior se lee un texto clave para la filosofía marista y salesiana, Haced de los alumnos buenos cristianos y honrados ciudadanos. Además, a los pies de la Virgen aparecen tres violetas, la cuales aluden a los principios que la Congregación relaciona con el modo de vida de San Marcelino Champagnat: La humildad, la sencillez y la modestia. La importancia de este símbolo es tal, que algunos colegios maristas, como el de Málaga, otorgan a los antiguos alumnos una insignia con este trío floral, para que recuerden su estancia en el centro educativo.
Junto a la Patrona, que actúa como eje compositivo del mosaico, aparecen a su izquierda y derecha, San Marcelino Champagnat y una niña, respectivamente. Ambas figuras se encuentran en posición orante, de manera similar a numerosos ejemplos de donantes en el arte histórico, como el Tríptico Donne (Hans Memeling, de la National Gallery de Londres), o más cercanamente, la Virgen de los Reyes de la Catedral malagueña, escoltada por los monarcas Isabel y Fernando.
A los lados de éstos, figuras clave de la orden, hermanos, profesores e infantes, sin los que no se podría entender la vida del colegio. Además, puede interpretar una doble ofrenda en la estampa. Por un lado, un pajarito que nos recuerda el que porta habitualmente la Virgen, y que parece que inicia el vuelo para posarse en su mano; y asimismo, uno de los niños lleva lo que parece una limosna, como símbolo caritativo de la institución. El paisaje incide en la esencia marítima de Málaga y en su peculiar catedral inconclusa. Estilísticamente, la aparente tosquedad podría recordarnos a la pintura cubista o el primitivista, mientras que la posición sedente de María es de reminiscencias románicas. Junto al zócalo del Hospital Pascual, a pocos metros del Colegio Maristas, es la gran obra del ceramista, que supone un soplo de aire fresco, en los habituales cánones de estas propuestas.
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