Esta bucólica devoción mariana
surge en los albores del s. XVIII, plena de maternidad y sentido catequético,
donde la naturaleza adquiere un especial protagonismo. Su precursor, Fray
Isidoro de Sevilla define su estampa como la de una Virgen sentada en una peña,
a la sombra de un árbol, con triple colorido en las vestes: rojo de la túnica,
blanco del pellico, y azul del manto. Se acompaña de sombrero pastoril, báculo
y la doble protección hacia el Niño, en su siniestra, y a una oveja, a su
diestra.
La Providencia ha propiciado una
especial vinculación con el barrio de Capuchinos de Málaga, gracias a la
mediación de diversos personajes a lo largo de la historia, como los beatos
Diego José de Cádiz y Marcelo Spinola, o en la difícil posguerra, José Claros.
Tan íntima estampa es un clásico
de las representaciones en cerámica, trasladando a María el epíteto de Jesús
como Buen Pastor de almas. El principal modelo pictórico proviene del discípulo
de Murillo, Alonso Miguel de Tovar, por propio encargo de Fray Isidoro, del que
Málaga cuenta con una reproducción en la colección del Museo Thyssen. El
lienzo, a modo de fábula, incorpora el carácter didáctico de aquella oveja
descarriada que peligra su vida por el ataque de una fiera, y es protegida por
mediación de María y del Arcángel San Miguel.
El templo de la plaza de
Capuchinos dispone de un importante discurso cerámico. El estudio de los
archivos de la Congregación demuestra cómo la azulejería ha sido una de las
artes suntuarias preponderantes, contando con catálogos y añejas tarjetas
publicitarias de los mejores hornos hispalenses, lo que avala el gusto por la decoración
musivaria, y la intención de lucir un camarín decorado con azulejos. Así, el
zócalo vidriado del camarín, del taller de Santos Campanario, datado en 1978, se define en estilo de Renacimiento,
con preponderancia de rocalla con hojarasca y frutas, junto a cenefas y
pilastras salomónicas.
Por tanto, ha de suponerse que
sus promotores tuvieron constancia previa del zócalo del camarín de la Victoria,
realizado siete años antes, y mantuvieron la línea de combinar escenas
pictóricas y textos alusivos, adaptado en un espacio más reducido, pero a
partir de reproducciones de lienzos clásicos de la colección del Museo del
Prado, en vez de escenas de la devoción malagueña a la Pastora.
Así, en la
parte delantera figuran copias parciales de la
Anunciación de Murillo y de la Coronación de la Virgen de
Velázquez, a modo de alfa y omega de la
presencia de María en los Evangelios. Por su parte, en la parte posterior
aparece una réplica de El Buen Pastor
de Murillo, escoltado por sendos paneles
con motivos florales.
Se aprecia la doble autoría de
Manuel García, para las escenas, y F. Agüera para la decoración, habituales pintores
de nómina, en un conjunto que viene jalonado por columnas salomónicas que
configuran un trampantojo volumétrico que redunda en sendos paneles con textos,
mejorando la propuesta victoriana, con un
pasaje del Antiguo Testamento, Judit XV, 9 Tu, Gloria Jerusalen, Tu, Laetitia Israel, Tu, Honorificencia, Populi
Nostri, y del Nuevo Testamento, Ave
Maria, Gratia Plena, Dominus Tecum, de Lc. 1,28. Todo el conjunto se completa con un par de
vidrieras con ángeles, del taller madrileño de Maumejean, arco de flores, columnas
cerámicas, albarelos, espejos, y una bóveda pictórica datada en 1991 por
Bernardo Gutiérrez.
Buenas, conoce usted al hermano mayor de la hermandad de la divina pastora de ronda?
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