De la iglesia parroquial
de San Juan, nos dirigimos al templo de el Sagrario, cuya sacristía acoge un
monumental zócalo fruto del alfar sevillano de Ramos Rejano datado 1955. Se
trata de una de los más prestigiosas fábricas contemporáneas, que ha contando
en su nómina con pintores ceramistas ya míticos como Manuel Vigil-Escalera,
Enrique Orce, Pedro Navia o Manuel Baena. Este conjunto artístico merece ser
visitado tras el de las escenas costumbristas del Palacio Episcopal, y así constatar
la evolución técnica del arte cerámico en la pasada centuria. En la producción
trianera se dan la mano la profesionalidad y la industrialización, con piezas
más estudiadas y labradas, en colores más rotundos y un exquisito cuidado del
diseño, sin dejar nada al azar.
El cobalto es combinado
en distintas proporciones para configurar
unos soberbios paneles que sorprenden en la paleta de marrones, amarillos,
anaranjados e incluso verdes. La
decoración vegetal y de rocallas, enmarca las figuras centrales, cobijadas por
querubines y roleos con indicaciones y frases en latín, como Et non aperuit os sum, Ter me negavis,
Gratia Plena, Tu es Petru, ó Caro Mea
Vere Est Cibus. Las escenas aluden a
la Eucaristía, al Cordero de Dios, a Jesús Sacramentado, al pelícano alimentando
a sus crías, a San Pedro y San Pablo o al canto del gallo, en un claro discurso
narrativo.
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