DEL LIBRO "MARÍA EN LOS RETABLOS CERÁMICOS DE MÁLAGA"
Una
de las características de la antigua capilla de la Estación era la
funcionalidad de un edificio inmerso en un entorno moderno, con el único apunte
artístico de una espadaña, vidrieras, faroles y dos murales del desaparecido
pintor Juan Carlos Cubo. Los mosaicos de
los titulares se situaban a ambos lados de la puerta principal y proponían un
mismo diseño de grueso cordonaje dorado a modo de cenefa. Por fortuna el cambio de sede propició el
desmontaje de estos cuadros vidriados, que actualmente cuelgan de la terraza de
la nueva casa en calle Compañía. La Sacramental atesora sendos trabajos en
cuerda seca que se salen del común de la nómina vidriada, y aunque puede que no
sean del gusto cofrade, desarrollan una creatividad digna de elogio, ya que la
configuración de una imagen llena de detalles y matices es sumamente compleja
con esta técnica. Si laborioso es
intentar mimetizar un rostro a partir de una fotografía del perfil, la cuestión se complica al miniaturizar el
rostrillo con el entramado de sombras grises sobre la base del azulejo
blanco, hecho que también se verifica en
el laberinto de malla del manto, que obliga a crear decenas de celdas azules
entre finas línea de esmalte anaranjado.
El estudio de la presea es también soberbio, reflejando una estética que
puede asemejarse a distintos maestros del Pop
Art, del que tan aficionado era Cubo. El mural de 0,90 x 1,20 m sólo desmerece
en la red nodular sobre el rostro y en la complicada ejecución de la mano
izquierda, que se presenta en posición de ser besada por el devoto.
El
espacio de la antigua capilla se ha convertido en un lugar impersonal. Por
ello, insistiendo en lo que se reclamaba en el primer libro, recibiría con los
brazos abiertos un edículo cerámico que recordarse las décadas de historia
cofrade en aquella actual tierra de nadie
entre acceso a aparcamientos, paradas de taxi y despropocionadas aceras.
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